La paradoja del número 27: ¿Puede la IA ser creativa si solo simula lo imprevisible?


La irrupción de la inteligencia artificial generativa ha desatado un debate profundo —y necesario— sobre la creatividad, la autoría y el alma que hay detrás de cada obra. En ese camino, nos obliga a mirar hacia dentro y preguntarnos: ¿qué es lo que realmente hace creativa a una idea?

A veces, las respuestas aparecen donde menos lo esperas.

El número 27

Hace unos días, por simple curiosidad, le pedí a una IA que me dijera un número aleatorio entre 1 y 50. Me respondió: 27. No le di mucha importancia.

Al rato, repetí la pregunta. Otra vez, 27. Y luego otra. Y otra más. Siempre 27.

Pensé que había un error. ¿Un fallo en el sistema? ¿Un bug?

La escena tenía algo de cómico y de inquietante a la vez. No entendía qué estaba pasando… así que decidí investigar.

Lo que descubrí fue inesperado, pero revelador: la IA no elige, predice. No improvisa, sino que reproduce lo que cree que nosotros consideraríamos una elección válida. Y por alguna razón cultural, estadística o psicológica, el número 27 aparece con más frecuencia en los datos como una opción aparentemente "aleatoria".

Entonces comprendí que no era una coincidencia ni una broma. Era un síntoma.
Una pista sutil, casi invisible, de cómo piensan —o simulan pensar— las máquinas.

¿Puede una IA ser verdaderamente creativa si solo simula lo imprevisible?

El 27 no es azar: es el reflejo de nosotros mismos

¿Por qué aparece siempre el 27? Porque, según los datos que ha consumido, ese es un número que los humanos consideran "aleatorio típico". El modelo no decide. Solo repite, de manera muy sofisticada, lo que ha aprendido que es común.

Esto nos lleva a una verdad incómoda: lo que percibimos como originalidad artificial, muchas veces, es una recombinación elegante de lo ya existente. Una predicción, no una invención. Un eco bien pulido, no una chispa.

La IA no crea desde el vacío. Crea desde nuestros rastros. Desde todo lo que ya hemos dicho, escrito, pintado o programado. Y aunque el resultado pueda ser técnicamente impecable o sorprendente, hay una diferencia esencial entre parecer nuevo y serlo realmente.

IA y creatividad: la ilusión de lo nuevo

La creatividad humana nace del caos, de las emociones, de la intuición, del error y de la experiencia. Puede ser absurda, contradictoria, incluso irracional. Pero por eso mismo es valiosa.

La IA, en cambio, opera de forma diferente. Su “creatividad” es estadística: combina datos previos, detecta patrones, optimiza estructuras. No hay intención, ni conciencia, ni búsqueda de significado. Solo predicción eficiente.

¿Puede considerarse creativa una obra si su autor no siente nada?

Algunos dirán que sí: lo importante es el resultado. Si una imagen o un texto nos emociona, ¿qué importa quién —o qué— lo hizo?

Otros respondemos que la creación no es solo el producto, sino también el proceso. La intención. La lucha. El contexto. El trayecto emocional que se oculta detrás de cada trazo o palabra.

Por eso es fundamental que las decisiones creativas sigan siendo humanas. La IA puede inspirar, ayudar, desbloquear. Pero no debe ocupar el centro. De lo contrario, podríamos terminar sustituyendo la lucha creativa por la habilidad de redactar prompts.

El colapso digital: cuando la creatividad se recicla a sí misma

Además de la cuestión emocional, hay un riesgo estructural. La IA no solo reproduce nuestros patrones. Cada vez más, empieza a alimentarse de sí misma.

Cuando los modelos se entrenan con contenido generado por otras IA, ocurre lo que se conoce como colapso del modelo. Es como hacer fotocopias de fotocopias: la calidad se degrada, los matices se pierden, y todo empieza a sonar igual.

Esto lleva a una pérdida de diversidad, a una homogeneización preocupante de los estilos, las voces y las perspectivas. Se crean bucles en los que el conocimiento real se diluye entre capas de contenido artificial.

Y si no tenemos cuidado, podríamos acabar nadando en un océano de basura digital: imágenes perfectas pero vacías, textos coherentes pero sin alma, ideas que solo repiten lo que ya fue dicho.

La chispa impredecible sigue siendo nuestra

Frente a ese panorama, el ser humano sigue siendo la fuente de lo inesperado verdadero. Nuestra creatividad no se mide por su eficacia, sino por su capacidad de emocionarnos, de desafiar lo establecido, de romper las reglas cuando hace falta.

Un dibujo torpe colgado en una nevera, hecho por un niño, puede tener más autenticidad que mil ilustraciones perfectas generadas por IA. Porque hay intención. Porque hay historia. Porque hay conexión.

Para preservar esa chispa, necesitamos mantener el equilibrio. Algunas propuestas:

  • Mezclar contenido humano en los datos de entrenamiento, para evitar la degeneración.
  • Conservar conjuntos de datos "limpios", previos a la explosión de contenido sintético.
  • Desarrollar marcadores para identificar lo generado por IA.
  • Fomentar la alfabetización digital y el pensamiento crítico, tanto en creadores como en consumidores.

Pero sobre todo, debemos recordar que la creatividad no es un lujo humano. Es una necesidad. Es un derecho. Es una expresión de nuestra singularidad.

Y en ese terreno, la IA aún no puede alcanzarnos.

Epílogo: El número 28

Quizá la IA pueda generar infinitas variaciones de una idea. Puede darnos el 1, el 2, el 3... hasta el 27. Pero la verdadera revolución ocurre cuando alguien dice algo que no estaba en la lista. Algo que no era predecible. Algo que no estaba en los datos.

Ese algo, ese giro absurdo, inesperado, profundamente humano...

Ese es el número 28.


¿Y tú? ¿Dónde sientes que reside la creatividad?
¿Te inquieta o te inspira que una máquina pueda crear algo que te conmueva?

Te leo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Qué es la inteligencia artificial y cómo funciona?

El pensamiento humano frente a la inteligencia artificial: ¿Qué nos hace únicos?

¡Bienvenido a 'La Máquina Pensante'!